El origen de las especies
Desde su aparición en 1859, la influencia de El origen de las especies en el pensamiento científico
ha sido cada vez más importante y podría decirse que, a partir sobre todo del siglo XX, fue ganando
cada día un poco más de actualidad. Los grandes nombres de la creación científica posteriores a
Darwin se confiesan deudores de ese texto inagotable. Muchos de los descubrimientos célebres de
la biología moderna serían incomprensibles sin tener en cuenta uno de los aportes fundamentales
de Darwin: el origen y la evolución de las especies a través de la selección natural.
De acuerdo con él, el mundo no fue creado de la nada ni se encuentra en un ciclo perpetuo, sino que
cambia y sus organismos se transforman con el tiempo. Ya sea que se compartan o no sus pautas
de realidad, algo es seguro: no es posible descubrir en él ningún anacronismo serio y, al margen de
los conflictos religiosos, filosóficos y morales que ha suscitado, da cuenta, como dice Porfirio Carrillo
en su prólogo a esta edición, de innumerables aspectos de "nosotros mismos, de nuestra naturaleza
y de nuestro papel sobre la Tierra".
Charles Darwin nació en Shrewsbury, Inglaterra, en 1809 y murió en Down, su residencia cerca de
Londres, en 1882. Realizó estudios de medicina en la Universidad de Edimburgo y de teología en
Cambridge, pero la mayor parte de su tiempo lo dedicó a la observación de la naturaleza. En 1831
fue invitado a embarcarse como naturalista a bordo del Beagle, que se disponía a realizar un viaje
alrededor del mundo. En los lugares más inesperados, especialmente en las Islas Galápagos, Darwin
registró los fragmentos de nuestro pasado biológico. De regreso a Inglaterra empezó a publicar libros
y artículos de geología, botánica y zoología. El origen de las especies, fruto de veinte años de
observación, probablemente sea su más perdurable realización.