El Génesis
De los milagros y las profecías
¿Acaso el espiritismo es una revelación? Si lo es, ¿de qué naturaleza? ¿En qué se basa su veracidad? ¿A quién se ha revelado y de qué forma? ¿Acaso la doctrina espírita es una revelación teológica, una enseñanza mística de origen supraterrenal? ¿Es posible alterarla? Si la verdad que ofrece el hombre es de creación humana, ¿la revelación hace innecesaria la búsqueda? ¿Los espíritus tienen facultad para enseñar a pesar de no ser infalibles o superiores a los seres humanos? Si los espíritus predican la moral cristiana, ¿para qué sirve? ¿El hombre realmente necesita una revelación? ¿El hombre puede encontrar toda respuesta dentro de su propia consciencia? Tales preguntas requieren una respuesta.
“Revelar” proviene del latín revelare, que, a su vez, proviene de velum, “velo”. Su significado literal es “salir de debajo del velo”, es decir, “descubrir”. Suele utilizarse para referirse a todo aquello que se ignora y se da a conocer.
Por tanto, todas las ciencias naturales, en tanto que dan a conocer misterios a los hombres, revelan una verdad: la Geología revela la composición de la Tierra; la Astronomía revela la conformación del Universo; la Química revela la ciencia de la materia; la Fisiología revela la función del cuerpo, etc. Científicos como Copérnico, Galileo, Newton, Laplace o Lavoisier son así reveladores.