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ISBN 978-607-30-6354-8

La imagen extática
Werner Herzog, Andrzej Zulawski, Marguertite Duras, Philippe Grandrieux, Lois Patiño

Autor:Rangel Espinosa, Sonia
Editorial:Universidad Nacional Autónoma de México
Materia:Cinematografía. producción de video. actividades relacionadas
Público objetivo:Enseñanza universitaria o superior
Publicado:2022-08-24
Número de edición:1
Número de páginas:160
Tamaño:17x23cm.
Precio:$220
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español
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Reseña

Como señala Sonia Rangel en su Introducción «Los ensayos que componen este libro, plantean una serie de conversaciones imaginarias, secretas o inconfesables entre el cine y la filosofía»: Werner Herzog en un ficcionado encuentro con Bataille; Andrzej Zulawski en un diálogo, también con Bataille y Schelling sobre el erotismo y la experiencia interior, que es la experiencia de lo sagrado; Marguerite Duras y el ejercicio trágico de crear imágenes del deseo, en un intercambio intelectual con Blanchot, Deleuze y Foucault; Philippe Grandrieux y la imagen-vibrátil, ensamble entre la imagen-visual y la imagen-sonora y, finalmente, Lois Patiño, quien en una conversación permanente con la pintura logra captar la experiencia de lo sublime. Cinco ensayos sobre cineastas contemporáneos donde, a decir de la autora: «La creación de conceptos es la puesta en juego de una filosofía ficción. Imagen-extática es un concepto operatorio, múltiple y diferencial a través del cual hemos tejido un hilo invisible (imaginario) entre la obra de Herzog, Zulawski, Duras, Grandrieux y Patiño. Imagen-extática es el afuera de la representación, un juego entre lo visible y lo invisible, entre lo audible y lo inaudible, entre lo sensible y lo insensible, entre el desastre y la dulzura, el espacio-tiempo entre, heterotópico de lo imaginario, el deseo, la sensación y la ensoñación, que se hace sensible en las imágenes cinematográficas».
Sonia Rangel comprende como muy pocos en este país que el cine opera de manera completamente diferente en las entrañas del espectador más que ninguna otra forma de expresión: «El cine no sólo modifica la sensibilidad, sino el pensamiento y la forma en que ordenamos y damos sentido al mundo y la vida, a la vez que abre espacio a una experiencia estética colectiva: espacio-tiempo común», nos dice.
Si en su libro Ensayos imaginarios, se planteaba cómo hacer una filosofía del cine tomando como plataforma la fuerza de la construcción y la solidez emocional de los textos de Gilles Deleuze (especialmente La imagen-movimiento y La imagen-tiempo), leer La imagen extática es a su vez, releer a Deleuze, pero también con una nueva mirada a Blanchot, y muy especialmente a Georges Bataille. Se hace eco de sí misma en el comienzo del capítulo que desmenuza el cine de Grandrieux y nos sumerge en una literatura del cerebro que transita paralelamente junto a una literatura de la sangre en el cuerpo emocional y afectivo.
Cuando escuchamos, pero fundamentalmente cuando leemos a Sonia, hacemos sin duda un ejercicio intelectual para acompañar su análisis. Ella escribe con una belleza contundente afirmaciones como «La catástrofe es la disonancia entre el ritmo del cosmos y el ritmo humano» o «La eternidad es la suspensión del tiempo, perderse en la contemplación del otro para ser abrasado por el sol».
Puede pasar desapercibido, pero acaso parte de lo más fascinante de sus textos sea su estilo en la escritura; un estilo que responde a estructuras muchas veces similares a las de la poesía. Sonia no solamente fuerza el pensamiento desde las ideas que propone sino de manera mucho más interesante desde su forma: «La experiencia heterogénea es la apertura a lo absolutamente otro»; «Lo imposible no es lo que no puede realizarse sino el excedente de fuerza»; «Murmullos que nos envuelven en la dulzura y la musicalidad de voces acariciantes». Por eso a veces leer a Rangel acerca de Andrzej Zulawski puede ser aún más bello que ver el cine del autor polaco (así como leer a Borges acerca de Swedenborg es sin duda más interesante que leer al autor sueco).
La autora intenta dar respuesta al cuestionamiento que se hacen los cineastas que la obsesionan (Herzog, Zulawski, Duras, Grandrieux y Patiño en este libro; Lynch, Cronenberg, Tarr y Pereda en Ensayos imaginarios; ¿Tarkovski en un futuro?), la pregunta: ¿qué es el cine? Ella busca responder a esa pregunta porque tiene la absoluta y bella convicción de que pensar el cine es pensar el mundo.
En este volumen Sonia Rangel interpreta y concibe, al igual que Marguerite Duras, que lo único real es el deseo; probablemente porque el deseo no tiene tiempo establecido y porque asume a estos dos (y al amor) como un acontecimiento milagroso que se encuentra en constante riesgo de perder su condición. Vibra y juega una extraña partida de ajedrez con ella misma al analizar el cine de Grandrieux. Se introduce en los paisajes de Patiño (como Kurosawa introduce un personaje de sus Sueños en la obra de Van Gogh) para poder ver ese microinstante que dura lo sublime; fascinada y hechizada, desde adentro, como quien ve una película de fantasmas. Sonia... bueno, Sonia ama desmesuradamente a Andrzej Zulawski, y al desglosar y examinar su obra, arrastra en su escritura las mismas lágrimas que caen en el rostro de Romy Schneider. Y estudia, ama y envidia profundamente la inmensa libertad de los personajes de Herzog; pero a diferencia de éste, ella no necesita conquistar lo inútil (probablemente porque ya lo ha conquistado hace doscientos o trescientos años). Sonia se embarca en la titánica tarea de conquistar lo imprescindible; no por soberbia o pedantería sino para disfrutarlo y compartirlo con sus amigos, sus colegas y, afortunadamente en este libro, con sus lectores

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