Nada del otro mundo
Los poemas del libro de Sebastián se desgranan como las cuentas de un rosario de saudade por los días pasados. Es similar a levantarse por la mañana, preparar la última taza de café (con leche), sintonizar la radio y sentir el peso de esa situación insostenible llamada realidad latinoamericana, en donde uno siempre está teniendo que marcharse, siempre como despidiéndose porque no se sabe bien hasta cuándo el hogar habrá de resistir.
Nada del otro mundo reescribe las memorias futuras declarando que habitamos en el imaginario de los que nos preceden, o por decirlo de otra manera, que vivimos también a partir de los relatos leídos y los inventados.