A cien años de la muerte de Antonio Vanegas Arroyo (1852-1917)
Los impresos populares iberoamericanos y sus editores
Uno de los editores y empresarios más destacados de finales del siglo XIX y comienzos del XX en México fue Antonio Vanegas Arroyo, responsable de los distintos y muy numerosos productos editoriales realizados en su imprenta durante el periodo comprendido entre 1880, cuando abrió su taller, y 1917, año de su muerte. La calidad de los grabados de sus publicaciones, los cuales fueron realizados primero por Manuel Manilla y posteriormente por José Guadalupe Posada, llevó a los impresos de bajo costo a un esplendor perdurable; como ha sido señalado por Helia Bonilla y Marie Lecouvey: “gracias a la labor de Antonio Vanegas y Posada, la tradición del impreso popular mexicano fue posible que llegara, por cantidad y variedad, a su auge, aunque no mucho después empezara a declinar”. No obstante, a más de 100 años de su muerte, la controvertida figura de Vanegas Arroyo y su notable importancia en la formación del imaginario cultural de México no han sido estudiadas a profundidad por los investigadores.
Este libro pretende contribuir a llenar esa laguna, además de rendirle un justo homenaje a un editor tan notable e influyente. Los ensayos de investigadores, profesores y estudiosos que componen este volumen, aportan información que permite valorar y apreciar la faceta como editor de Vanegas Arroyo y de sus populares y multimodales impresos, los cuales acompañaron a sus lectores con las creencias, sueños, imágenes, palabras y sonidos que hoy forman parte de nuestro imaginario cultural.
Esta obra explora la labor de un editor que de manera inteligente, creativa y audaz consiguió llevar los impresos populares a su mayor y mejor expresión y que logró impulsar el talento de sus colaboradores para divulgar cuentos, juegos, canciones, manuales, zarzuelas, calaveras, cartas amorosas y noticias de diversa índole. Los productos efímeros con los que se puede encontrar el lector de este volumen constituyeron en buena medida una parte de las bibliotecas populares, acompañaron las primeras lecturas de la población, contribuyeron a la educación sentimental de algunos, proporcionaron objetos lúdicos a otros y fijaron los textos de devoción, entretenimiento y vida cotidiana de los mexicanos de entre siglos.