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Reseña

A lo largo de la historia, la idea de lo monstruoso se relaciona con lo ajeno, lo extraño. Desde los monstruos pintados en las cuevas prehistóricas, los imaginados por los navegantes medievales en los mares inexplorados, hasta la representación actual de los extraterrestres: los monstruos le ponen cuerpo a lo desconocido. Y es de esta forma también que los libros pueden volverse monstruos: ejemplos transformadores, inquietantes, que nos invitan a repensar la normalidad.

La obra que compone esta antología se rebela ante un mundo que privilegia el canon masculinista y a los artistas consagrados. Las autoras son jóvenes mujeres de distintas partes del país, de distintos contextos, comunidades y lenguas, que escriben en distintos géneros. En la amplitud de su diversidad hay un tema en común que recorre todos sus textos: el cuerpo. Y si una antología es como un cuerpo articulado por distintos miembros, todas las antologías son entonces una especie de monstruo. Una monstrua antología, en este caso. Una monstrua conformada por otros cuerpos. ¿Pero cuáles cuerpos? Cuerpos enfermos, heridos, extraños, propios, cuerpos impropios, cuerpos sociales y comunitarios, cuerpos indóciles, cuerpos racializados, cuerpos rebeldes, cuerpos en resistencia. Tantas formas de ver el cuerpo, incluso la corporalidad misma del lenguaje y las posibilidades del cuerpo del texto.

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