Maria Teresa de Landa:
una Miss que no vio el universo
La portada del libro resume visualmente el drama de esta joven excepcional: la “miss México 1928”, de pie, ataviada con vestido blanco y una mirada arrobadora. En la esquina inferior derecha, encerrada en un círculo, vemos otra imagen de la misma muchacha, vestida de negro, abatida en el juicio que se le llevó a cabo en la cárcel de Belén (que, por cierto, fue el último juicio oral con jurado popular practicado en la Ciudad de México). Haz y envés de una misma trama, ambas imágenes sintetizan los contrastes de la historia de vida de esta singular joven de la década de 1920. Aun cuando los textos de la prensa se referían a este certamen como Señorita México, en la fotografía que alude al evento se observa que la banda que porta la hermosa joven tiene la leyenda de: “Miss México 1928”. Esta concesión al idioma inglés pesó en la elección del título del libro que hoy nos ocupa: Una miss que no vio el Universo.
Durante el desarrollo de esta historia el lector acaso se preguntará: ¿Cómo es que una muchacha de 18 años, inteligente, lectora de Anatole France, de Oscar Wilde, de James Joyce y de Charles Baudelaire, entre otros, no pudo entrever las marrullerías de un hombre taimado, que encarnaba las trampas y lo más vil del machismo mexicano, como fue el general Moisés Vidal Corro? Una posible respuesta es el “amor” o el “enamoramiento”, una emoción que la ciencia de la historia todavía no logra incorporar cabalmente como factor de explicación de los comportamientos sociales. Otro concepto que revolotea alrededor de la explicación histórica con textos e imágenes es la “seducción” del general revolucionario sobre la joven, y de ésta sobre el jurado y los espectadores del juicio.
El libro nos lleva por los vericuetos que atravesó la joven María Teresa de Landa, cuya vida no acabó tras las rejas de la Cárcel de Belén. Después del juicio, ocurrido en el mes de noviembre, el 1 de diciembre de 1929 el jurado la declaró por unanimidad no culpable, por lo cual decretó su absolución y, por tanto, su libertad. La defensa de la Miss México estuvo a cargo del célebre jurisconsulto José María “Chema” Lozano, quien con ese juicio se despidió de su actividad en los tribunales.