Los problemas medioambientales desde la mirada interdisciplinaria
Hoy por hoy sabemos que el futuro de la especie humana es incierto. Lo peor es que sabemos que hemos sido nosotros quienes destruimos sin pensar la naturaleza, la tomamos como mera gasolinera y ahora nos encontramos frente al abismo. Es momento de reconocer que la “Gran aceleración” de nuestros poderes no puede continuar; es urgente tomar conciencia de la responsabilidad que cargamos en nuestros hombros y buscar respuestas con nuevas sensibilidades éticas y nuevos modos de gobernanza.
No tenemos seguridad de nada, el ambiente en que vivimos es de inestabilidad e inseguridad, es la nueva normalidad en la que estamos acostumbrados a vivir. Desde 2012, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) ha llamado a poner atención sobre una amplia gama de factores, entre los que destacan: el cambio climático antropogénico, la exposición, la vulnerabilidad y la forma en la que la variabilidad climática natural y el desarrollo socioeconómico influyen en los extremos climáticos. El IPCC pone el acento en el manejo de los riesgos ocasionados por el cambio climático y habla de “incrementar la resiliencia” para cuidar “nuestra precariedad individual”, al mismo tiempo habla de adquirir una obligación planetaria “pues todas las formas de inestabilidad local se convierten en causas de preocupación global”. Pero ¿qué es la resiliencia?
Sus raíces las encontramos en el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, el Programa del Medioambiente de Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Instituto de Recursos Mundiales. Todas estas organizaciones tienen intereses políticos y han buscado implantar en su agenda la resiliencia como estrategia central en la creación de regímenes contemporáneos de poder que marcan vastas desigualdades en todas las clasificaciones humanas. No sorprende, entonces, que la resiliencia se interese principalmente en aquellos que se consideran más vulnerables, pues son estos “vulnerables” quienes amenazan la seguridad y comodidad de aquellos que son protegidos por los gobiernos neoliberales. Es así que la resiliencia es definida como “la capacidad de adaptarse y prosperar entre los desafíos”. Cuando las personas “vulnerables”, es decir, los pobres, se mueven en términos de ecosistema, la resiliencia aumenta en tres dimensiones: económica (riesgos económicos) social (trabajar para el beneficio mutuo) y biológica (ser más productivo). Esto último nos conduce al desarrollo sustentable que, como doctrina, llama a cuidar la biósfera, a cuidar todas las especies vivas. Aquí, la resiliencia es un concepto de gran utilidad porque las que actúan no son la capacidad de los Estados ni la capacidad de las poblaciones humanas con sus diversas prácticas políticas, sociales y económicas, sino una capacidad de la vida misma.
Volver al pobre sujeto de mayor resiliencia lo libera de su ignorancia ecológica. Pero su liberación depende de la construcción de marcos neoliberales de economía, gobernanza y subjetividad. Este discurso está en funciones, tiene como aspiración convencer a los pueblos y a los individuos de que la seguridad es imposible, por esta razón hay que ser resilientes, adaptables a las amenazas, a los peligros, a la incertidumbre radical. El neoliberalismo ha creado una subjetividad que exige al sujeto en resiliencia que acepte el carácter desastroso del mundo, pero no solo eso, que además lo tolere: “un sujeto para el que tolerar el desastre es una práctica necesaria sin la que no puede crecer y prosperar el mundo”.
En este texto, el lector podrá encontrar un pensamiento crítico al neoliberalismo, a sus políticas subjetivadoras y depredadoras, que no solo han dejado desastres naturales, sino millones de pobres, precariedad laboral y otros graves problemas, que, como dice el primer texto de esta compilación, “gimen por las desigualdades e inequidades originadas por personeros responsables de decisiones públicas y privadas que ignoran las diversas manifestaciones de la precariedad humana, como lo son la pobreza, malnutrición, violencia, segregación social”. Pero no todo es desesperanza, pues para encontrar una salida a uno de tantos problemas actuales, el ambiental, podemos pensar que a través de la educación, de la ética y de la responsabilidad social podemos ver una luz al final del túnel.