Reseña

El presente libro presenta investigaciones interdisciplinarias relativas a la cultura letrada durante los tres siglos de duración de la Nueva España. En ese aspecto, esta obra se inserta en los estudios que tienen el afán de comprender el entorno cultural, social, político y religioso en que se produjeron las obras retóricas, hagiográficas, poéticas, jurídicas, científicas o teológicas en la época virreinal. Como consecuencia, en los últimos años se han presentado investigaciones destinadas a rescatar dichos aspectos que no se limitan al estudio o catalogación de los impresos como objetos, sino analizan las funciones que cumplieron en aquella época.

Por tal motivo, este volumen lleva por título "La cultura letrada" y se exponen trabajos concernientes a la lectura, los talleres de impresión, las bibliotecas conventuales o privadas, las relaciones entre la gente de saber y la esfera pública, las controversias entre eruditos producto de las ideas vertidas en los mismos impresos y el empleo de recursos literarios por los autores al momento de elaborar sus escritos. Si bien el “letrado” era la persona que dominaba el latín, para la época novohispana dicho concepto también se relaciona con la “alta cultura o cultura escrita”, pese a que la sociedad en Nueva España aún regía gran parte de su vida cotidiana bajo los criterios de la oralidad. En este ambiente de refinamiento cultural, sobresalieron célebres personajes, generalmente vinculados a las élites, formados en instituciones educativas de alto prestigio social y académico como fueron los colegios de la Compañía de Jesús o la Real Universidad de México, encargados de educar a los nuevos integrantes que se incorporaban al ámbito eclesiástico o seglar del virreinato.

Por lo general, el fenómeno de la cultura letrada en Nueva España se centró en las urbes. Las ciudades novohispanas, por herencia romana, concentraban las instituciones gubernamentales, eclesiásticas y económicas responsables del funcionamiento de las mismas. De ahí que en latín se les llamase "civitas" por ser lugares donde se conjuntaba la civilización, entendida desde una óptica de la asociación ordenada en la que se formaban ciudadanos. Los núcleos que posibilitaron la cultura letrada fueron las capitales de los reinos de la América española, por ejemplo, México en la Nueva España o Lima en el virreinato del Perú. Ambas ciudades se caracterizaron por ser sedes de la corte virreinal y el arzobispado, instituciones clave para su funcionalidad social, política, económica y cultural.