Tantos animalitos muertos
Un aburrido día de verano, Ester y yo encontramos un abejorro muerto. Ester decidió enterrarlo. Ese día, abrimos una agencia funeraria para enterrar a todos los animales muertos del mundo. La tarea de Ester era cavar. A mí me tocaba escribir los poemas. Y a Pepe, el hermanito de Ester, le tocaba llorar. Éramos, sin duda, los niños más buenos de todo el mundo. Una historia impecable que aborda el tema de la muerte con originalidad, sutileza y un sentido del humor sorprendente