Las reinas no se rajan
La tarde en que mi papá dio la señal para que huyéramos de La Menoreña, nuestro rancho familiar, está grabada en mi
memoria como si fuera ayer.
Viví mis primeros nueve años en total felicidad bajo el abrazo protector de mi familia, rodeada de una pintoresca atmósfera
enmarcada por lindos paisajes de cerros verdes y calles blancas empedradas entre casas de adobe. Sin embargo, en esa
tarde que jamás olvidaré, mi vida cambió para siempre… Toda esa paz que me había acompañado durante años llenos de
amor, desapareció ante mis ojos de niña. Me topé con el dolor que representa huir y perderlo todo, para salvar lo más valioso
que en realidad tenemos: la vida.
A partir de aquel momento, me tocó experimentar por primera vez la incertidumbre. Y… no sería la última, pues también he
tenido que lidiar con abuso, violencia física, emocional y discriminación en el trabajo. Y, como muchas mujeres en este país,
le he hecho frente a esas duras pruebas con dignidad y fuerza; hoy, gracias a ello, soy la mujer en la que me he convertido y
no hay vuelta atrás. A través del testimonio que en este libro comparto, quiero decirle al género femenino, especialmente a
las mujeres más vulnerables y violentadas, que sí es posible construir desde ese dolor. Sepan que sí se puede recuperar la
dignidad, ser exitosas, autónomas y madres productivas de una vez por todas. La decisión final siempre estará entre
nuestras manos.
Quiero que todo el mundo sepa que sí se puede…¡Siempre se puede!