La inteligencia emocional como detonador de éxito del emprendedor
En un sentido práctico, el emprendimiento ha existido siempre. Sin embargo, fue en las últimas dos décadas del siglo XX cuando se empezó a utilizar el término emprendimiento, como la capacidad de iniciar y operar una empresa. Así también, el vocablo emprendedor se empezó a usar para distinguir a aquellas personas que tienen como forma de vida la creación de nuevos proyectos y el establecimiento de retos. El origen del emprendimiento es explicado por los cambios económicos y sociales mundiales que se suscitaron en ese siglo, marcado por guerras, grandes
desarrollos históricos y legados técnicos y tecnológicos de los que gozamos en el presente.
Los economistas neoclásicos impulsores del modelo económico de libre mercado argumentaban que la riqueza de una nación debería, ser y estar sustentada, en la población, de modo que así se plantearon nuevas formas de asumir la economía que no fueran tan dependientes del gobierno.
Los expertos consideran que los avances en materia de emprendimiento no han sido suficientes para el tamaño y el peso que las mipymes representan en la economía. Al respecto, existe una larga lista de estudios que tratan de explicar el fracaso de las mipymes. Se expone como la principales razones; la escasa preparación de sus dirigentes (el emprendedor), la falta de diagnósticos organizacionales,
errores administrativos, problemas fiscales, inconvenientes relacionados con la producción, conflictos con los insumos, y problemas de ventas y cobranza (Velázquez, 2008). Por los motivos anteriores, se han propuesto variadas medidas para empoderar las etapas del proceso de creación y crecimiento de una empresa.
De esta forma, los planes de negocios se han ido perfeccionando. Para ello un soporte fundamental han sido los expertos que trabajan en incubadoras de empresas, los cuales brindan acompañamiento a los emprendedores, entre otros esfuerzos que realizan; pero centrar la atención únicamente en la dimensión de la empresa y su organización solo soluciona parcialmente el problema y no explica por sí mismo la crisis de las mipymes. Se considera que se debe asumir una posición más integral de atención, puesto que no se han considerado los
valores y actitudes de quienes dirigen los proyectos, es decir, los emprendedores.
En este sentido, Orrego (2009) agrega que el enfoque centrado en los aspectos técnicos es estéril cuando la resistencia a las adversidades debe tener origen en las motivaciones e influencias de la persona que ejecuta el proyecto.
A partir de lo expuesto hasta ahora, se puede apreciar que el emprendimiento todavía se encuentra en una etapa temprana y que sin duda se seguirán destinando esfuerzos en esta materia con el propósito de mejorar la economía. En cierto modo es lo correcto, pero se trata de encontrar mecanismos que resulten más eficaces para las empresas, que los estrictamente técnicos. Con tal objetivo presente, este trabajo pretende mostrar la importancia que tiene la inteligencia emocional en el proceso de emprendimiento y proveer evidencias de que fortalecer al sujeto que estará a cargo de un proyecto económico tiene un impacto positivo en la creación y el crecimiento de las empresas.