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Reseña

Antes de que Agustín de Iturbide entrara a la ciudad de México y proclamara la independencia de la Nueva España el 27 de septiembre de 1821, los oficiales trigarantes más cercanos al libertador, siguiendo sus instrucciones, hicieron lo mismo en las provincias. Entre mayo y los primeros días de septiembre de ese año la declararon en las capitales provitnciales, en medio de un júbilo sin precedentes. Las celebraciones estuvieron rodeadas de una grave crisis hacendaria, producto de la guerra, pero aun así las autoridades organizaron distintos actos para solemnizar tan plausible acontecimiento.
En lo que no se ha puesto atención es que las provincias entendieron que se trataba de su propia independencia, que quedaban libres unas de otras, que volvían a su estado natural y que adquirían el derecho de constituirse como mejor les conviniera. Sobre todo aquellas que habían mantenido cierta separación de la capital virreinal, adoptaron una actitud más radical. Esta interpretación hizo que se corriera el riesgo de una fragmentación territorial si cada una de estas regiones optaba por seguir su propio camino.
Este libro aborda este tema poco estudiado y destaca los acuerdos a los que llegaron los oficiales trigarantes con los grupos de poder para declarar la independencia, según los postulados del Plan de Iguala. Lo interesante de este volumen es la diversidad de situaciones que afloraron en las provincias el momento de la proclamación.

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