Reseña

Durante muchos años fueron constantes las peticiones que los
obispos de la diócesis de la Nueva Vizcaya hacían al Rey, para
que concediera el permiso de fundar un convento de monjas en
Durango. Invariablemente las respuestas fueron negativas.

Fue hasta en el año de 1852, después de innumerables
trámites, cuando el obispo José Antonio Laureano López de
Zubiría y Escalante obtuvo dicha autorización por parte del
Vaticano. Aquella comunidad estuvo en sus inicios, formada
por ocho religiosas que vinieron tanto del convento de Santa
Teresa la Antigua de la ciudad de México, como del convento
del Dulce Nombre de Jesús ubicado en Querétaro.

Esta obra, basada principalmente en la documentación obtenida
del Archivo Histórico del Arzobispado de Durango, describe
la vida de las religiosas a su interior, así como los rasgos
de aquellas mujeres que integraron la comunidad y la relación
de las mismas con su entorno.

La existencia del convento fue de diez años ya que, en 1863,
con la entrada en vigor de las Leyes de Reforma, la comunidad
fue exclaustrada y las religiosas pasaron a vivir con familias
durangueñas que les abrieron sus hogares para recibirlas.
El libro aborda el difícil proceso de disolución de la Institución
y rescata los grandes esfuerzos que se hicieron para
mantener viva a la comunidad extramuros. Finalmente nos habla
de cómo en el año de 1902 se hace una refundación de
la orden.