Reseña

Desplazados, exiliados, desterrados, refugiados, clandestinos, entre otras, son algunas de las nociones que se juegan en los discursos en torno a la migración indocumentada de trabajadores. Cuando se estudia el fenómeno migratorio, uno encuentra que alrededor de la figura del migrante se han venido tejiendo múltiples imágenes, historias, escenarios y memorias articuladas entre sí a través de sutiles vasos comunicantes que nos hablan, por una parte, del abandono del lugar de origen, de lo propio, de la casa natal, del lugar familiar, de la patria y, por otro, de la vivencia de infortunio, de la melancolía, de la soledad, de lo irremediablemente perdido.
Aunque a simple vista parece un acto repentino y solitario, supone la participación, de algún modo y desde algún lugar, de una serie de dispositivos colectivos de orden social, cultural y psicológico que han venido configurando a la migración como una institución de largos alcances para ellos y sus comunidades. Dejar el pueblo, el barrio o la comunidad es más que sólo marcharse. La partida inaugura un tiempo y espacio simbólicos donde el lugar de origen, el pueblo, se transforma en lugar al que siempre se anhela volver; la experiencia migratoria se torna pasaje real e imaginario que prologa y abona el terreno de un regreso siempre soñado que dibuja las coordenadas tanto del exilio como de la utopía, del éxito o el fracaso.
"Migración y sacralidad", analiza el fenómeno migrante desde una mirada múltiple que profundiza en causas y efectos tanto en el migrante como de la comunidad que es dejada.