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ISBN 978-607-29-3188-6

Sin Respuesta

Autor:Andere Martínez, Jorge
Editorial:Andere Martínez, Jorge
Materia:Novelística mexicana
Público objetivo:General
Publicado:2021-12-08
Número de edición:1
Tamaño:840Kb
Precio:$250
Soporte:Digital
Formato:Epub (.epub)
Idioma:Español

Reseña

Reseña
¿Qué tanto puede arrebatarnos una crisis mundial y multifactorial? ¿Puede infectar, junto con nuestros pulmones y nuestra esperanza de vida, nuestros anhelos y afectos? ¿Qué tanto puede golpear nuestros vínculos, nuestra salud mental, nuestra manera de aprender, de amar, de trabajar y orar? ¿De qué manera trastoca nuestra percepción del mundo? ¿Lo sabemos realmente? Más aún, ¿por qué una misma calamidad se lleva a tal persona y respeta a alguien más? En este texto fluyen, en forma de un diario y con la velocidad del rayo, tanto los cuestionamientos que en tiempos interesantes suelen asaltar nuestra mente, como los que ella, la loca de la casa, nos impone.
Son casi siempre, sospechamos con el autor, preguntas sin respuesta, con potencial para perdernos. Pero junto con ellas, Jorge Andere desliza preguntas de otra estirpe, capaces de retar y de nutrir nuestra esperanza.
¿Qué no pueden robarnos los malos tiempos? ¿Quiénes son nuestros imperdibles? ¿Qué y a quién debemos cuidar? ¿Qué estamos llamados a rehacer en lo personal y en o social? ¿Qué hacer con nuestro tiempo? ¿Para qué todo esto?
Sean bienvenidos a este texto los amantes de las preguntas, los existencialmente curiosos.
Sin respuesta es existencialista en esencia, despierta todas las ganas de emociones que vienen acompañadas con el desquebrajo de un sistema plagado de expectativas y distorsiones.
Jorge Andere dibuja metáforas y palabras que nos ponen en contacto íntimo con los con-trastes de la vida plena, la muerte y la inexorable fragilidad humana. Antes de la pandemia parecía que todo el progreso estaba garantizado por la ciencia y la tecnología, tremendo desengaño. Jorge nos acompaña en una en una reflexión profunda sobre las implicaciones de la contingencia del vivir y el rescate del valor de la vida, en los elementos más sencillos y hermosos de la existencia.
Si Unamundo viviera, hubiera prolongado Sin respuesta como una continuación de Del sentimiento trágico de la vida, habría plantado dos árboles frutales en su jardín y les hubiera nombrado túmanako y whakapono, que en maorí, en conjunto, significa esperanza.
Jorge Andere Martínez, narra de manera espléndida la génesis de la pandemia covid. No sólo con relación al análisis global, sino bajo su comprensión y etiología, en una postura muy lúcida y oportuna.
En un mercado de comida ilegal en Wuhan, China, donde no existen las medidas sanitarias, un murciélago transmite el Zars-COV al ser humano, como huésped inmediato. En la primavera del año 2020, la OMS declara el Coronavirus como Pandemia. El tiem¬po se fragmenta. Los diferentes poderes gubernamentales estable¬cen técnicas biopolíticas que exigen el cierre de fronteras, dejando aviones detenidos en tierra, autobuses estacionados en terminales fantasmas y pasajeros varados en disímiles lugares, a quienes se les informa que deben retornar por sus propios medios. Conforme los días acucian por mantener a salvo la vida de todo ser humano, se to¬man medidas al estilo foucaultiano. El poder penetra en el organis¬mo individual, solicita con urgencia y, como acto de generosidad, a quedarse en casa.

Entre tanto, se cierran escuelas, oficinas, bares; se prohíben las visitas en las cárceles, hasta los templos atrancan sus puertas. Aho¬ra, las llaves de la vida le pertenece a los médicos. Cada quien, desde el aislamiento, tiene que apelar a su fe para salir airoso de la lu¬cha agónica del desaliento, ya que el cruel virus se engancha al ins¬tante en lo que toca: viviendas, calles, ropa, zapatos, carne, aliento, muy parecido al fuego griego del que habló Ovidio en la Metamor¬fosis: “Un fuego voraz circula por lo más hondo de mis pulmones y
Devora todos mis miembros”. Si se cambia la palabra voraz por viral, el efecto es el mismo. Nada permanece exento de su aterradora e impetuosa avidez. Incluso se puede contagiar a cierta distancia con las partículas de saliva que se expulsan al hablar, convirtiéndola en un proyectil venenoso que, con sólo pensarlo, intensifica la ansie¬dad, el pesimismo y la angustia.
A su vez, el virus informático que señala el estado de alteración, llega como producto de la iatrogénesis o como una de las plagas apocalípticas. Esto hace que el encierro sea el único resguardo posi¬ble para no saberse perdido.
En este contexto, Juan, el protagonista de esta pandémica histo¬ria, confinado, permanece inmóvil, contemplativo, desalentado por largos momentos en su sillón, ante la luz de una vela. Las procupa¬ciones lo abruman. Sofía, su pareja, quien semanas antes inició su recorrido por El Camino de Santiago y no hay más que signos de su ausencia; la impotencia de no poder salir a buscarla; la inquie¬tud por sus empleados de los que se siente responsable. El ansia por abrazar a su familia. Afuera, la noche se coagula en formas indefi¬nidas y las calles se inundan de una fría lluvia, que deja un apesa¬dumbrado olor a incertidumbre. Siente que el único brillo es el de la vela que ilumina su rostro.
Después de semanas en aislamiento, Juan se da cuenta que lo úni¬co que posee es una inmensa Soledad en Covid donde agoniza Sin respuesta. El espacio comienza a convertirse en un microuniverso estrecho, desconocido y equívoco, que abre verdades ocultas, su¬surradas con una voz endeble que despierta quiméricas metáfo¬ras inacabadas de la vida: encuentros, paseos, sueños, que rompen el mercurio de los termómetros como un llanto que anega el pantano donde se hunde el alma.
El tiempo sigue su marcha con una voluntad de profanación. El hombre se convierte en una simple ecuación de vida, padecimien¬to o fallecimiento, bajo una comprobación matemática y, es el dedo de la muerte, quien pasa las páginas de un compendio gris donde acumula una sucesión infinita de decesos, para anunciarlos mañana por mañana en graficas verdes.

Juan conocía la precisión con la que transcurría el tiempo an¬tes del covid, ahora, ante el desequilibrado compás de la espera por una vacuna como antídoto universal que permitirá ejercer otra vez la libertad, está sumido en el espantoso silencio que le insta a preguntarse, ¿quién soy? y lo lleva a sentir ese impulso prometéi¬co para romper su propia ley de vida, que ya no le satisface con tan sólo existir, y busca renacer entre las altas paredes donde habita y el bosque de Cuernavaca. Levantarse temprano, nadar a las siete de la mañana, caminar entre la espesa niebla, correr bajo la tempestad; leer el periódico, saborear un mate; sembrar la hortaliza y escuchar música de Bach con un vinito, para abrigar la existencia, aunque por momentos se asome un sentimiento de dolencia que irrumpe el áni¬mo, al recordar cuantiosas escenas en las que abrazó con pasión a Sofía; las noches en las que se arrastró hacia su cuerpo con el mismo anhelo de un moribundo que busca saciar la sed para poder sobre¬vivir. Imaginar a su lado posibles viajes que se abrían ante sus ojos al caer palabra a palabra en una libreta. En el aislamiento, besarla se convierte en una ceremonia secreta, que profesa día tras día.

La distopía con la que se mueve el mundo crea una verdadera fuerza de gravedad, de sufrimiento y tristeza, que plantea despedi¬das anticipadas, con un eterno dolor en los labios, una intensa nos¬talgia que se encrespa y grita demandante por los seres amados. Sin embargo, esta novela nos enseña que si las manecillas del reloj avanzan para cerrar ciclos, es porque abren nuevas estaciones que nos regresan al estado prístino, con una perentoria invisibilidad que hace temblar las hojas de los árboles y no hay manera de salvarse. La vida se reduce a explorar y aprender en la claridad de su intempes¬tiva sabiduría, por eso, a veces, no encontramos el camino que soñamos sino el que debemos andar, para escudriñar grietas, abrir valles y sentir las tormentas de esperanza con su apacible remanso.

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